Aunque Hugo Chávez abandonó las filas castrenses hace 18 años, el Presidente venezolano nunca ha dejado de ser un soldado. Él lo recuerda en todo momento, sobre todo en los últimos meses, en plena campaña presidencial para buscar una nueva reelección, advirtiendo que una victoria del opositor Henrique Capriles podría desencadenar una “guerra civil” en el país. Siendo un desconocido coronel, Chávez comenzó a figurar públicamente con el apoyo de una parte de los militares en la madrugada del 4 de febrero de 1992, cuando el entonces comandante de paracaidistas apareció ante las cámaras asumiendo que “por ahora” su movimiento bolivariano había fracasado.
Su intentona golpista contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez le costó dos años de cárcel, pero también le valió el despegue de su meteórica carrera política que, con la promesa de un país sin pobres y verdadera justicia social, lo catapultó a la Presidencia en 1999. Y desde entonces, las Fuerzas Armadas han asumido un papel protagónico en la Venezuela chavista. Hoy no solo cumplen las funciones normales de toda institución militar, sino que han ido acumulando mucho peso en áreas sociales (a través de las llamadas “misiones”) y de seguridad urbana ante la escalada de robos, asesinatos y actividades de narcotráfico que padece el país.
Pero lo más trascendente es que Chávez busca que el Ejército tenga un papel político determinante: el Régimen intenta convertirlo en un ente “bolivariano”, “socialista”, “revolucionario” y “chavista” en palabras del propio Mandatario, y lo ha mimado, elevando los sueldos de sus efectivos y modernizándolo a base de nuevas compras de armamento. Entre los cambios, Chávez ha introducido militares de su confianza a la administración pública y la mayoría de las reparticiones y ministerios están en manos de generales y almirantes. También dividió al país en siete regiones militares y hay uniformados en los consejos comunales. “Chávez se ha dedicado sostenidamente a politizar a la Fuerza Armada Nacional (FAN) y a hacer un trabajo ideológico.
Intenta imponerles los valores revolucionarios y socialistas. Quiere convertirla en su brazo armado y para eso cuenta con una camarilla de oficiales sumisos”, señala a El Mercurio el vicealmirante (r) Rafael Huizi, del Frente Institucional Militar. La visión desde el oficialismo es diametralmente distinta y dicen que la Constitución señala claramente que el Presidente es el comandante en jefe de la FAN y, en ese sentido, están cumpliendo con ese mandato. “El Presidente habló de FF.AA. socialistas, pero no orientadas hacia una ideología, sino hacia un sentimiento humanista que tiene que ver con participar en el desarrollo nacional y cooperar con la población”, dice el vicealmirante Luis Cabrera, miembro del Estado Mayor y asesor de Chávez. Tras un período de transformación en la FAN, que comprendió numerosas purgas y radicalización del mensaje político al interior de esta, en octubre del 2009 una gran controversia estalló en Venezuela, luego de que la Asamblea Nacional -de mayoría oficialista- otorgara carácter legal a las llamadas ‘Milicias Bolivarianas’, tras reformar la Ley de la Fuerza Armada.
La nueva disposición legal señalaba que las milicias dependerían directamente del presidente Hugo Chávez e incluirían los llamados “cuerpos combatientes”, unidades integradas por voluntarios que trabajan en instituciones públicas y privadas. Posteriormente, la milicia pasó a ser un complemento de la FAN en la defensa integral del país, lo cual profundizó el desasosiego en las ramas castrenses, porque en estos dos últimos años se ha proporcionado a la milicia armamento de guerra. Según Cabrera, la milicia permite que la población participe dentro de lo que se ha denominado defensa integrada. “La seguridad no puede ser solo responsabilidad de las Fuerzas Armadas. Todos los venezolanos tenemos el derecho y el deber de participar en la seguridad”. Pero para muchos en Venezuela, las ‘Milicias Bolivarianas’, altamente ideologizadas y con un esquema similar a las que existen en la Cuba castrista, son el más claro puntal de apoyo a la revolución chavista. “El Presidente las utiliza para ‘persuadir’ a la ciudadanía, haciendo ver que tiene el control del poder de fuego y político”, indica Rocío San Miguel, directora de la ONG Control Ciudadano para la Seguridad y Defensa en Caracas.
Dentro de este panorama, en el Gobierno señalan que el compromiso de las Fuerzas Armadas con el chavismo es en estos momentos mayor que nunca. El actual ministro de Defensa, Henry Rangel, se hizo muy conocido cuando dijo el 2010 que las Fuerzas Armadas estaban “casadas” con el proyecto político revolucionario de Hugo Chávez, a quien profesaban “lealtad completa”. Pese a estas amenazadoras palabras, sectores militares aclaran que también hay una gran mayoría de cuadros, especialmente mandos medios, que no se adhieren al proyecto bolivariano. “Hay descontento dentro de las FF.AA. y son muchos los oficiales jóvenes los que están por mantener una posición institucional, de respeto a la Constitución y ajenos a cualquier ideología política”, señala a este diario el general (r) Juan Antonio Herrera Betancourt. Polémicas compras militares Utilizando sus ingentes recursos petroleros, en los últimos cinco años Chávez ha gastado más de USD 11 000 millones para reequipar sus Fuerzas Armadas, comprando preferentemente armamento ruso, incluyendo fusiles, helicópteros, tanques T-72, misiles antiaéreos S-300 y cazabombarderos Sujoi-30, que con frecuencia retumban en los cielos de Caracas. “Son para repeler una eventual agresión de nuestros enemigos”, dice Chávez, aludiendo al “imperio estadounidense” y a la “oligarquía venezolana”.
Una gran polémica ha rodeado a estas compras, porque muchos ven un desmedido gasto militar en perjuicio de fondos que debieran ser asignados a mejorar la alicaída industria petrolera, la red energética, la economía, los hospitales y escuelas, y la seguridad interna, en momentos en que el país es azotado por una delincuencia que lo convierte en una de las naciones más peligrosas del mundo, con una tasa de 49 homicidios por cada 100 000 habitantes, según un informe de la ONU. “Lo que ha hecho Chávez es adquirir armamento por una cercanía ideológica y para satisfacer a sus oficiales. Ha comprado sin ninguna planificación y, lo que es peor, no es el armamento más moderno ni el requerido para nuestra seguridad. En definitiva, se ha lanzado en una carrera armamentista innecesaria”, señala el general (r) Juan Antonio Herrera B. El vicealmirante Luis Cabrera defiende la compra del armamento porque sostiene que Venezuela basaba su seguridad, antes de la llegada de Chávez al poder, en las opciones que diera Estados Unidos. Purgas, práctica constante Pese a sus intentos por controlar las filas castrenses, Chávez ha tenido serios problemas para dotarse de unas Fuerzas Armadas incondicionales. Hacia el 2002, la polarización política en Venezuela desembocó en el golpe de Estado del 11 de abril, en el que Chávez fue derrocado por dos días en un movimiento liderado por el empresario Pedro Carmona, con ayuda de militares. Sin embargo, Chávez fue restituido en el poder tras un contragolpe de las Fuerzas Armadas.
“Tras ese incidente, comenzó a poner en el alto mando a oficiales que lo acompañaron el 4 de febrero de 1992, hombres de su total confianza. Él los hizo generales y almirantes y son ahora los que están ocupando los cargos más importantes, como la Dirección de Inteligencia Militar, el Servicio de Inteligencia Nacional, el Comando Estratégico Operacional y el Ministerio de Defensa. Pero Chávez constantemente realiza purgas en las FF.AA. Cualquier oficial del que él sospeche es expulsado inmediatamente. Chávez tiene dentro de las ramas militares a comisarios políticos”, denuncia el vicealmirante (r) Rafael Huizi.
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